Ayer y hoy un par de niñas de la clase han traído sendos cuentos
desde casa: "Pinocho" y "La Cenicienta". Se me ha ocurrido contarle
esos cuentos al grupo sin decirles una palabra, y sin enseñarle ni un
dibujo de los mismos hasta que no los termine...¡y la experiencia ha
resultado ser la mar de interesante!
Es bien fácil: me limito a
abrir el cuento por la primera página, ojear rápidamente las
ilustraciones y las pocas frases que haya escritas, y con eso y con lo
que yo sepa con anterioridad de la historia comienzo a emitir sonidos
sin ningún sentido ante el asombro de los niños y las niñas. Eso sí, el
volumen de mi voz tiene que ser bastante alto, y las entonaciones y los
cambios de registro y de voces que me voy inventando/encontrando en el
cuento tienen que ser muy, muy marcados, para así mantener su atención.
Cuando he acabado de pasar la última página, ahora sí, anuncio que
"Colorín, colorado, este cuento se ha a-ca-ba-do", y cierro el libro.
A
continuación vuelvo al principio del mismo para empezar a mostrarles
las ilustraciones que hasta ese momento sólo había visto yo, e intento
que relacionen las mismas con el repertorio de sonidos que yo he ido
haciendo en la anterior "lectura" (a veces meto algún ruido reconocible
de animales o similar). Y así, hasta el final de nuevo.
Esta
experiencia tiene la virtud, según estoy pudiendo descubrir, de que dota
a los niños y a las niñas de la valentía suficiente para acercarse por
sí solos/as a los cuentos, y los/las capacita para hacer "como si los
estuviesen contando" a otros niños y otras niñas. Eso sin contar con el
rato tan divertido que pasamos juntos/as imaginándonos de qué puede
tratar ese cuento del cual el Maestro Paco está haciendo esos ruidos y
sonidos tan...expresivos... ;)
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